sábado, 19 de mayo de 2012

Demasiado tarde.

Había tenido millones de veces este mismo sueño, creo que todos lo hemos tenido alguna vez, ese sueño en el que te caes por un precipicio y justo cuando vas a llegar al suelo te despiertas.
Pero yo no lograba despertarme esta vez, solo me caía y no paraba de bajar y luego subir, sin poder encontrar tierra firme, hasta que por fin una gran luz me llevo a un lugar en donde no había estado nunca, un lugar frió  pero llego de gente, con un pequeño sofá y una mesilla en donde no había nada.
En ese sofá, estaba mi madre y no entendía porque lloraba tan desconsolada, y aunque sostenía entre sus manos su rostro, puede acertar a ver que tenia la cara muy hinchada y los ojos inyectados en sangre.
Me acerque y la abrace, preocupada, y le pregunte: ¿Qué ocurre mamá?
Pero no hubo respuesta alguna, parecía que ni siquiera notaba mi presencia, simplemente no podía creerme la maldita mala racha que llevábamos de disgustos, desilusiones y decepciones.
Pero fue justo en ese mismo instante cuando me di cuenta de que en esa habitación había algo mas, que a mi llegada no había reparado en ello, era una cristal grande enmarcado por un gran circulo, desde el cual se podía divisar un ataúd de madera, lleno de flores y de objetos que se resultaban familiares, el ataúd estaba abierto y me vi a misma, pálida, pero bien peinada y con un traje negro, no muy de mi estilo, la verdad, seguramente el traje fuera idea de mi madre.


Me gire atónita, al oír un ruido y ver como mas gente de la que ya había en la habitación entro de golpe en la sala, todos se dirigían a mi madre que seguía con el rostro entre sus manos, se levanto y fue a saludar.
Me di cuenta entonces, de que estaba asistiendo a mi propio funeral y todo era muy extraño, la gente no paraba de entrar y empece a divisar a personas que habían pasado, directa o indirectamente por mi vida.
Amigos, familiares, amores fallidos, gente incluso que no había visto en años y lleno de curas, algo que ya en vida había manifestado mi deseo de que no hubiera ningún cura en mi entierro, sobre todo porque sabia que ningún Dios estaría a mi lado en ese momento. Todos pasaban y abrazaban a mi madre y todos repetían a su oído la misma frase. ¿ Cómo a podido ocurrir?.
De repente, todos hablaban de mi, contaban historias en las que yo estaba presente en vida, calificaban mi forma de ser y de actuar, todos se preguntaban el porque no había pedido ayuda.
¿Ayuda?, pero es que ¿Nadie me conoce?, yo jamas pido ayuda o al menos no directamente.
Cuando deje de sonreír, deje de ser yo y al mismo tiempo deje se vivir.
Cuando deje a un lado mis metas, cuando se me agoto la vitalidad, cuando deje de verme guapa, cuando deje de luchar y me rendí.
Todas esas cosas eran mi forma de pedir ayuda, una ayuda que nunca me llego y que por tanto mi vida dejo de tener sentido.
Es curioso pues, como cuando nos morimos la gente recuerda lo buenas y maravillosas personas que somos, pero que mientras nos tienen a su lado, nadie sabe apreciar lo que somos y sobre todo, lo que hacemos por los demás.
Es por eso que, al menos,para mi, ya era demasiado tarde y confundida por todo, me fui, para definitivamente nunca volver, porque ya no necesitaba ayuda, gracias.  

1 comentario:

  1. Jamás te faltará la ayuda. No dudes de ello. La muerte no da lecciones, las da la vida. Y a partir de ahora, te va a ser imposible rendirte.

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